El pasado 10 de Marzo de 2011, estas mujeres decidieron entrar en la capilla del campus de Somosaguas, perteneciente a la Universidad Complutense de Madrid, de forma pacífica para reivindicar su descontento hacia el sistema eclesiástico.Este desagrado se debe a la posición que desde su origen toma la Iglesia, creando una estructura patriarcal y represiva que no solamente afecta a las mujeres que forman parte de ella, sino a todas las demás, seamos o no católicas.
Es curioso observar cómo los medios informativos criminalizan esta acción cuando fue acaecida en una capilla situada, casualemente, en una Universidad pública y laica. No es sino un reflejo más de la sociedad en la que sobrevivimos las mujeres que luchamos contra los cánones que la educación nos impone de manera sutil e indirecta.
¿Quién se atreve a decir ahora, que Iglesia y Educación son dos entidades independientes?
Este es el ejemplo de la situación en la que nuestro Estado se encuentra: permisividad frente a los intentos de cambio del lenguaje sexista pero penalización de las acciones reivindicativas feministas.
Al fin y al cabo, hipocresía frente a las masas de movilización antipatriarcales que multitudes de mujeres heterosexuales, lesbianas y transexuales llevamos a cabo, ya que se nos castiga por el simple hecho de salirnos del esquema tipificado de mujeres sumisas y respetuosas.
Nosotras preguntamos, llegado este punto, ¿En qué se basa el respeto de una comunidad que censura la libertad del sexo femenino? ¿Debemos nosotras acatar aquello que se nos impone, a pesar de ir en contra de unos valores que exigen igualdad?
Pensamos que ha llegado la hora de la lucha activa contra todas estas restricciones, de nuestra mano antetodo, ya que somos las oprimidas.